Durante las últimas décadas la humanidad ha entendido que los desafíos globales no pueden ser abordados simplemente con un enfoque local. Superada la limitante visión de las fronteras cada día se hace más evidente que las preocupaciones comunes que enfrentamos como humanidad deben tener una respuesta coordinada de todo el sistema internacional. El cambio climático, las pandemias -como la provocada por el COVID-19- o los incendios forestales son sólo una muestra de aquello.
Durante 2020 grandes incendios forestales han afectado diversos lugares del mundo, como por ejemplo a los Estados de California y Oregón, en Estados Unidos; Siberia, en Rusia; la Amazonía en diversos países de Sudamérica; y distintas zonas de Australia, España e Indonesia.
Respecto a Chile, si bien este año tuvimos un poco más de lluvia en el centro del país y, por cierto, en el Maule, no deja de ser un año seco, lo que genera preocupación si consideramos las altas temperaturas que experimenta la zona desde hace meses. En Linares y sus alrededores durante las ultimas semanas se han producido una serie de incendios de pastizales, y hace solo algunos días se produjo otro incendio forestal en el polígono de tiro José María Bari.
Por eso, resulta muy importante informarnos y cuidarnos entre todos.
El verano del 2017 Chile vivió la peor temporada de incendios de la que se tenga registro, fue el más destructivo de la historia del país y sus feroces efectos tuvieron repercusión a nivel mundial. El fuego afectó principalmente a las regiones de O´Higgins, Maule y Biobío. Se registraron más de 6 mil personas afectadas directamente y la destrucción de 467.000 hectáreas de bosques. En uno de los desastres humanitarios y ecológicos más lamentables de los últimos años. El caso más trágico fue el de la localidad de Santa Olga, en la comuna de Constitución, que resultó completamente arrasada por el fuego, dejando a casi mil familias sin hogar.
Durante esta lamentable emergencia la Región del Maule fue las más afectada.
El cambio climático global ha potenciado el riesgo de incendios, particularmente porque aumenta las posibilidades de que se reúnan condiciones propicias para el fuego, como las de 30-30-30. Es decir, 30 grados Celsius o más de temperatura, menos de 30% de humedad y vientos de más de 30 kilómetros por hora de velocidad. Esta conjunción de factores, cada vez más habitual, permite una mayor propagación y voracidad del fuego.
Estas nuevas condiciones climáticas han propiciados incendios de una magnitud pocas veces vista, que los expertos han bautizado como “Incendios de sexta Generación”. Han sido calificados así porque tienen la capacidad de modificar las condiciones meteorológicas de su entorno, por la tremenda energía que liberan, potenciando su poder destructivo y dificultando en extremo la capacidad de controlaros.
Según lo señala el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, aprobada por la Asamblea General de la ONU (2015), en materia de desastres tanto naturales como antrópicos (producidos por acción humana) es fundamental considerar una gestión integral para el riesgo de desastres. Esto significa trabajar principalmente en el análisis de riesgo, la prevención, la mitigación y la preparación. Si estas acciones no fueron suficientes y se produjera el desastre, la gestión debe considerar una buena respuesta a la emergencia y un proceso de mediano y largo plazo de rehabilitación y reconstrucción.
Por lo tanto, se estableció que los esfuerzos y el foco del trabajo deben estar en: comprender el riesgo de desastres; fortalecer la gobernanza del riesgo de desastres para una mejor gestión; invertir en la reducción de riesgo de desastres para una mayor resiliencia; y aumentar la preparación frente a desastres.
La triste experiencia del 2017 nos hizo avanzar en esto, pero todavía nos falta mucho y debemos estar alerta. La ley que crea el Sistema Nacional de Emergencia y Protección Civil y crea la Agencia Nacional de Protección Civil sigue entrapado hace años en el Congreso y aún estamos al debe en la coordinación entre el nivel central, el regional y el comunal; particularmente respecto de la prevención y la mitigación.
La pandemia provocada por el COVID-19 nos ha vuelto a demostrar que somos una comunidad interdependiente, no basta con que sólo algunos se cuiden o cumplan con las medidas sanitarias, todos debemos hacerlo para que funcione y no aumenten los contagios. Algo similar sucede con los incendios, nos tenemos que cuidar entre todos. Cada fuego encendido es un riesgo latente, sea una colilla de cigarrillo, una quema fuera de temporada, una fogata mal apagada, un desperfecto eléctrico o cualquier otro descuido similar puede provocar una tragedia que nos afecte a todos.
Como bien expresa la frase que Nicanor Parra le atribuye a Juan Rulfo: “Nos salvamos juntos o nos hundimos por separado”. Debemos enfrentar los problemas complejos de nuestra sociedad en conjunto. Cuidarnos entre todos, cuidar nuestras comunas, nuestra región y nuestro país y el mundo del que somos parte, esta es la única forma de preservar y proteger nuestro planeta, para las futuras generaciones.