Invitado por una de las Juntas de Vecinos de la comuna de Longaví, el pasado sábado tuvimos el privilegio de reunirnos con un grupo de jóvenes. Digo privilegio porque fue una instancia que agradezco; nos permitió escuchar de primera fuente cuál es su visión de la situación actual del país durante este convulsionado 2020 y, particularmente, de cómo ven los principales desafíos del Maule Sur.
Las edades del grupo iban desde los 20 a los 30 años y estaba compuesto mayoritariamente por mujeres. Dentro de los temas que tratamos estuvieron tres materias esenciales como la salud, la educación y el empleo. También conversamos de la deficiente conectividad que tienen las zonas rurales de nuestra región, lo que obstaculiza el desplazamiento hacia las principales ciudades, precisamente para recibir atención médica, estudiar y trabajar. En la misma línea, comentamos cómo la señal de celular parece depender exclusivamente del interés económico de las empresas que prestan el servicio, sin considerar las necesidades particulares de las comunidades. Si no es negocio para las empresas, no hay buena señal, así de simple. Y es que, si la señal de celular no funciona bien, mucho menos funciona internet, lo que es realmente preocupante y frustrante, más en época de pandemia porque para muchos estudiantes y trabajadores resulta esencial.
Otro de los temas que calificaron como fundamentales fue el cuidado del medio ambiente. Somos una zona que depende de lo que nos entrega la tierra y el agua, tanto en la agricultura como en el turismo, por lo que cuidar nuestro medio ambiente es cuidar nuestra forma de vida, a nosotros mismos y a las próximas generaciones. Me explicaron que todavía nos falta mucho por mejorar. Hacen falta campañas de educación cívica y de conciencia ciudadana para cuidar y respetar nuestros paisajes naturales y nuestros canales y ríos; cada papel, cada plástico que retiramos de nuestro entorno cuenta.
Pero no es suficiente. Es fundamental disminuir la cantidad de basura que producimos y poder tratarla, a través del reciclaje. Debemos capacitar a nuestras comunidades en esta materia y dar mayores facilidades al respecto, partiendo por puntos limpios donde podamos separar nuestra basura para su posterior tratamiento y reutilización.
En esta época tan compleja que nos toca vivir y, a la vez, de decisiones tan importantes, ¡qué bien nos vendría escuchar un poco más!
En momentos en que la polarización se exacerba en diversos espacios de discusión y todos los argumentos se clasifican en un formato binario de “con nosotros” o “en nuestra contra”, el beneficio de la duda puede ser el germen de un buen antídoto para transformar la tensión social en una herramienta de reflexión y, a la larga, de diálogo.
Alguien decía por ahí que tenemos dos orejas y una boca precisamente para escuchar el doble de lo que hablamos. Y cuando digo escuchar me refiero hacerlo de forma sincera, con la real intención de entender qué es lo que la otra persona esta tratando de decir y no como un simple lapsus obligatorio antes de volver a la carga con las convicciones y certezas propias y de nuestras tribus.
Escuchar de forma sincera y atenta es la única forma de generar las condiciones necesarias para un diálogo fecundo. No se puede avanzar en una verdadera conversación sin la calma y el respeto por oír genuinamente a quién comparte nuestras ideas y, sobre todo, a quien discrepa de ellas.
En la etapa participativa del proceso constituyente de la Presidenta Bachelet planteábamos que para la constitución necesitábamos una conversación; y es esa premisa la que debe ser la base de lo que se nos viene. Desde nuestras propias convicciones y creencias la Nueva Constitución debe ser fiel reflejo de escuchar y dialogar. Necesitamos conversar con valentía, convicción y respeto sobre cuál es el país que soñamos, cuál es la sociedad que queremos construir para ir moldeando nuestro futuro. Por esto, celebramos que la convención que escriba nuestra nueva carta fundamental sea representativa de los distintos territorios que compone nuestro país, sea paritaria entre mujeres y hombres, esté compuesta –si es que la Cámara y el Senado aprueban lo acordado en la comisión mixta— por pueblo originarios y por personas en situación de discapacidad.
En síntesis, la redacción de la nueva Constitución nos pide conjugar nuestros intereses y pensar en nosotros como sujetos de futuro, como agentes capaces de escucharnos, dialogar y construir un nuevo contrato social que se proyecte mucho más allá de nuestra propia generación y funcione como legado democrático y sólido para nuestro país.