Un discurso lleno de alegría y esperanza

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El 18 de octubre comenzó una nueva etapa en la Convención Constitucional. Luego de la semana territorial y tras aprobar todos los reglamentos, las y los constituyentes tuvieron ocasión de dirigirse al pleno de la Convención con un discurso de apertura antes de dar inicio al debate de fondo que permitirá la redacción de una propuesta de nueva Constitución.

En ese marco, el discurso de Ricardo Montero Allende, pronunciado el 22 de octubre, estuvo marcado por un emotivo llamado a la descentralización y a trabajar en un clima de diálogo y acuerdos.

Discurso

Soy Ricardo Montero Allende y saludo al Pleno de la Convención y a los pueblos de Chile con alegría y esperanza.

Represento al Maule Sur: desde la cordillera a Colbún, Linares, Longaví y Parral; bajando al valle, a Yerbas Buenas, Villa Alegre, San Javier, Retiro y Cauquenes; llegando al mar a

Pelluhue y Chanco.

Represento a un Chile que sufre doblemente el centralismo que viene, primero, desde Santiago y, luego, desde las capitales regionales. Represento a un Chile rural, que da vida a nuestras tradiciones campesinas, pero que también enfrenta desafíos propios de la

modernidad, como el uso de tóxicos pesticidas, la privatización de las semillas, el secuestro de nuestras aguas o el descontrolado poder de las grandes corporaciones.

Un territorio que reivindicamos por su paisaje, sus cultivos o su patrimonio, pero que no encuentra respuesta a sus necesidades en un Estado que lo mira de lejos. Y represento también, como socialista, una historia que debemos a nuestros torturados, muertos y desaparecidos, porque hoy están aquí, más presentes que nunca, y porque su lucha democrática no fue ni será en vano.

Quienes estamos aquí compartimos una misión que nos honra y nos excede.

Debemos responder a quienes, con su movilización, demostraron que era posible abrir las grandes alamedas y mirar el futuro con optimismo. A quienes nos han dado un voto de confianza en medio de una profunda crisis de legitimidad. A quienes nos han dado la oportunidad, tal vez única, de responder al descontento con las armas de la paz: con

democracia, participación y diálogo.

Y en este mismo Chile donde se ha sembrado el neoliberalismo, debemos proponer las bases de una sociedad diferente. Esta es la magnitud de nuestra tarea. Porque una Constitución debe responder a las demandas de su tiempo. Pero también debe adelantarse a problemas que recién se vislumbran y que llegarán a ser determinantes para

nuestra sociedad. Por eso debemos construir el presente, pero de cara al futuro y a las generaciones por venir. Poblamos un mundo que padece una grave emergencia climática y ecológica, que sufre una pandemia sin fronteras y que enfrenta los flujos migratorios más intensos de la historia.

Somos parte de una sociedad amplia, diversa, compleja, donde lo local es tan relevante como lo global; donde la identidad se construye a partir de múltiples pertenencias. Justamente por ello, una Constitución sometida a la idea de un Estado-nación en un sentido tradicional – si alguna vez lo fue – no es ya suficiente. Por primera vez, caminamos hacia una constitución hecha de muchas voces y acentos; hacia la construcción de un Estado que respete y proteja, en justicia y equidad, a múltiples pueblos.

Esta idea de la diversidad que nos define como país, debe ser el marco político-ético que nos impulse a encontrar acuerdos en la fase constituyente que estamos iniciando: ningún constituyente, ningún grupo o colectivo es más importante que la multiplicidad de miradas y vivencias que en este foro debemos representar y reflejar entre todos. Asimismo, la nueva constitución debe ser espejo de la necesidad de cambio democrático que ha manifestado rotundamente nuestra sociedad.

Este no es un lugar para quienes creen que una constitución es un botín para unos pocos, como la que hoy nos rige. Tampoco es el espacio para quienes quieren mantener las cosas como están. Este debe ser un lugar de encuentro, de construcción amplia y profunda, de fraternidad y de reivindicación de la democracia, la transformación social y la construcción en paz.

Queremos construir un poder más eficaz, más capaz de resolver las demandas de la gran

mayoría de chilenos, pero también un poder más democrático. Queremos una constitución que no busque abordarlo todo, pero que contenga todas las definiciones imprescindibles que nuestra República requerirá. Una constitución que no sólo sea un soporte jurídico, sino la base política y social sobre la cual cimentar nuestro devenir como pueblos; una constitución que nos respete a todas y todos. Una constitución en la que podamos confiar.

Compañeras y compañeros constituyentes: hoy tenemos la oportunidad de elegir la historia que queremos construir. Tomémosla. Tomemos la oportunidad de redactar, palabra por palabra, una historia más justa. Una historia en la que las grandes mayorías no sean, como hasta aquí, testigos o víctimas, sino protagonistas, artífices.

La oportunidad en la que consagremos el derecho de darnos el destino y las normas que decidamos, que no es otra cosa que el derecho de vivir en paz.